miércoles, 16 de agosto de 2017

Gus se folla un culo, primera parte


Mi primera mamada con otro chico fue realmente genial. Al final quedamos en que nos avisaríamos si alguna vez nos apetecía comernos los rabos. Pero yo quería más. Quería follar.


Me acordé del mensaje que recibí en el perfil que me hice de un chaval que me pareció guapo, aunque con pluma. Entré en mi cuenta. Tenía tres mensajes más: un viejuno, uno con una foto a todas luces falsa y un feúcho. Este último me cayó simpático, siempre he pensado que los feos y las feas se esfuerzan más, por compensar supongo, y te dan grandes polvos. Por un momento me dio curiosidad... Pero el chico que recordaba me pareció guapete, y busqué entre los mensajes antiguos.


Ahí estaba: un chico de 25 años, aunque aparentaba 18, rubito, melenita, delgado, imberbe. Un poco pose en las fotos, se le veía algo femenino, pero no pensé que eso fuera a impedir que se me pusiera bien dura si en la realidad era como en las fotos. Le contesté al mensaje aclarando que buscaba follar, por si acaso. Las mamadas estaban muy bien, pero yo quería mojar el churro ya.


Al día siguiente entré al perfil. Junto con otro par de mensajes que no me gustaron estaba uno del chaval. Por toda respuesta me enviaba una foto con su culazo. Suave, redondito y precioso. Me empalmé antes de darme cuenta. Parecía un poco el trasero de una chica, sin vello en las piernas y delgado, si no fuera por los huevos y el rabo que asomaban debajo. Se me hizo la boca agua.



Le contesté enseguida para quedar.


Nos vimos en un sitio público, y resultó ser como en las fotos. Delgadito, poca cosa, pero muy sexy. Parecía un angelito, aunque su mirada traviesa lo desmentía. Al presentarnos (me dijo que se llamaba Edu) me plantó dos besos. Mi mano, extendida a medias para estrecharle la suya quedó perdida entre nuestros cuerpos, y yo me sentí un poco envarado. Al apartarse giré la cabeza alrededor por si alguien nos miraba, mientras él se rió de mí por ello. Tenía pluma, pero también mucho sentido del humor. La verdad es que me cayó bien al instante. Así que no vi motivo para no acompañarle a su casa tras charlar un ratito. Encima vivía solo, si todo iba bien tendría que conservar a este chaval en mi agenda.


Entramos y me ofreció algo de beber que rechacé, no me apetecía más que ir al grano. Me preguntó qué me iba exactamente, así que  le confesé que había estado con un chico pero que solo había sido oral. Que me apetecía mucho probar un culo y que la foto que me había mandado del suyo me había calentado un montón.


—¿Este, dices? —Y me dio la espalda, con una mano sobre el cachete, por encima del pantalón. Mi polla al instante pugnó por reventar mi bragueta.


Tragué saliva y me acerqué hasta quedar detrás de él, mi paquete rozando la redondez de sus nalgas, mis manos en su cintura.


—Sí que te apetece, sí. Tienes la entrepierna más dura que la pata un burro —se burló de mí hablando por encima de su hombro.— Tanto apuro por haberte dado dos besos antes y ahora mírate... que la tienes más tiesa que la rodilla de un Playmobil...


Sonreí. Enseguida iba a enseñarle yo a este lo tiesa que la tenía. Le di la vuelta y nos besamos. Si con el tío anterior me chocó la aspereza de la piel alrededor de los labios, tan distinta a la sensación cuando besaba a una chica, con este chico fue más parecido a mis experiencias hetero. Notaba algo en el bigote, y poco más. Quizás en la barbilla. Pero en general era bastante imberbe; ventajas de muchos rubios, que no tienen que afeitarse (aunque tampoco pueden dejarse barbita). Tenía unos labios muy ricos, y le besé mientras le arremangaba la camiseta, que acabé por quitarle. No tenía un gran cuerpo ni muchos músculos, aunque sí era fibradito. Era en cambio delgadito, sin vello, pero muy, muy sexy. Seguí besándole mientras colaba una mano por la cinturilla de su vaquero y le agarraba una nalga por encima del calzoncillo. Noté una de sus manos estrujando mi paquete, antes de que se separara un poco y se agachara diciendo algo así como "espérate, que vas a ver tú".
Me bajó la cremallera y los pantalones, mientras yo me sacaba la camiseta y la tiraba a un rincón. Se relamió al ver el bulto que ocultaban mis calzoncillos, y lo acarició.


—¿La quieres? Sacámela —le dije con voz ronca. De inmediato lo hizo: me bajó los calzoncillos y mi rabo salió disparado hacia el frente, libre. Le golpeó la cara y eso me puso más cachondo todavía.


—Ozú chiquillo, ¡pero si esto es más largo que la bufanda de una jirafa!


Volví a sonreír, mientras me la agarraba. Lamió de la base hacia la punta, y la dejó apoyada en su lengua mirándome desde abajo. Me concentré en no cerrar los ojos y echar la cabeza hacia atrás como solía, no quería perder detalle.


Envolvió el glande con sus labios suaves, y movió la lengua. La sensación era flipante, era un chaval muy guapo, y tenerle ahí, con mi polla metida en su boca me excitaba mucho.




Empezó a bombear, dentro y fuera, sin dejar de mover la lengua en ningún momento, en un ritmo constante, ni muy rápido ni muy lento. Joder... este chico sí que sabía lo que se hacía. Estaba siendo todavía mejor que mi anterior mamada, y mejor que casi con cualquier chica. Se tragaba todo mi rabo, y eso que lo tengo bien largo. Cada centímetro entraba en su boca, avanzaba por su garganta, rozaba su calidez húmeda.


¡Y es que, qué boca tan cálida! ¡Cómo se zampaba mi polla! y luego pasaba a mis pelotas, y de vuelta al rabo. Lamiendo, chupando y ensalivando.


Tomé las riendas, y le follé la boca. Moví fuerte las caderas, con sus manos aferradas a mis piernas. El aire escapaba de sus labios con mis embestidas, hasta que con un ruido húmedo se la sacó, lamió el exceso de saliva y acarició suave la punta, tras lo cual se puso de pie.


—Me vas a desencajar las mandíbulas.


—Lo siento —me disculpé, un poco avergonzado.


—¿Por qué? Me encanta. —Y volvimos a besarnos. No había reparado en que se había sacado su polla, y nuestros dos miembros se juntaban entre nuestros cuerpos, el suyo bastante más pequeño que el mío, pero de todas formas logrando una sensación excitante. Volví a poner las manos en su trasero, y se bajó del todo el pantalón y los calzoncillos. Su culo era como en las fotos, suave y sin vello; redondito. Seguimos besándonos mientras tratábamos de sacarnos los pantalones sin usar las manos, con torpeza. Y luego me cogió una mano de su trasero, se separó de mí y me guió por su casa.


—Ven, vamos a mi habitación. Te voy a enseñar lo que mi culo puede hacer por tu polla, y tú vas a enseñarme lo que la polla de un tío que nunca se ha follado a otro puede hacer por mi culo...

Continuará...
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