miércoles, 18 de octubre de 2017

Álex va a casa de Hugo, parte 2



Hugo siguió comiéndome el rabo sin descanso. Le tenía agachado frente a mí, acariciándose su polla mientras su lengua lamía juguetona mi glande, para después tragarse mi rabo lo más hondo que podía y bombearlo dentro y fuera de su boca ensalivada. De vez en cuando levantaba la vista y me miraba con esos ojazos suyos, sin sacarse mi polla de la boca.


Cuando disfruté un rato de la mamada pensé en devolverle el favor. Me levanté y le incorporé agarrándole de los brazos. Quedamos de pie entre la silla y la cama, muy juntos. Nuestras pollas se juntaban entre nosotros, duras y expectantes. La mía era al menos un glande más larga que la suya, con sus buenos 19 cm, pero la suya era muy gorda.


Todavía no nos habíamos besado, y no estaba seguro de si un beso superaría la barrera de su curiosidad de hetero. Me acerqué lentamente, con una mano en su cintura y la otra en su trasero. Noté que él también me agarraba a mí, y supe que se estaba planteando también lo del beso, por cómo me miraba los labios. Me los humedecí y me acerqué más. Apenas quedaban unos centímetros entre nosotros. Cerré los ojos y pegué mis labios a los suyos. Los acaricié con un beso suave. En el primer momento no obtuve respuesta, pero después sus labios despertaron hambrientos y nos besamos con frenesí. Su lengua escapó de su boca para invadir la mía, y se entrelazó con mi lengua en una lucha húmeda. Supe en ese momento que aquel iba a ser un gran polvo, libre de los complejos y dudas que hubiera podido tener un chico con curiosidad pero que no había follado con otros chicos, como era Hugo. Y decidí esforzarme para que lo disfrutara. En realidad era una inversión: si lo pasábamos bien habría más posibilidades de repetir.

Así que separé nuestras bocas, casi con desesperación, y le empujé para tumbarle sobre la cama. No fue tan erótico como parecía en mi cabeza: se tropezó un poco con mi empujón inesperado y cayó de plomo sobre el colchón. Creo que hasta se hizo daño en la pierna con el somier, y puso una cara muy graciosa al caer. Yo, como siempre, un patoso...


El momento se salvó, porque empezó a reírse con ganas y dijo no sé qué sobre mi impetuosidad. Le callé tumbándome encima de él y volviendo a besarle.


Me quité la camiseta y fui besando su piel, bajando por el cuello, deteniéndome en su nuez, llegando a la clavícula. Luché con mis pantalones semibajados mientras besaba su pecho y él me agarraba del pelo. Conseguí sacarme los vaqueros ajustados con tirones desesperados, sudando ya con el esfuerzo y sintiéndome algo ridículo, cuando mis besos llegaban a su pubis. Un pubis que conocía ya de nuestros momentos en el bus.




Su polla se erguía inhiesta y dura, desafiando todas las leyes de la gravedad. Su abdomen definido se curvaba en colinas firmes y sexys, y sus pelotas descansaban sobre sus muslos bien currados. Viéndole ahí tumbado me puse a mil.


Atrapé su rabo entre los míos y se lo mamé, como tantas veces había hecho ya en el bus, pero sin las restricciones de espacio y tiempo. A veces le miraba mientras la chupaba, y descubría sus ojos fijos en mi mamada, un rubor en sus mejillas y sus labios entreabiertos. En ocasiones fruncía el ceño y dejaba escapar algún gemido. Su mano continuaba en mi pelo, y cuando tragaba su polla a veces empujaba para llegar un poco más adentro. Echaba la cabeza atrás, apoyada en el colchón, cada vez que la tragaba entera, hasta los huevos, y gemía más fuerte. No era sencillo, su grosor me obligaba a desencajar la mandíbula y tener mucho cuidado con los dientes. No quedaba espacio en mi boca para mover la lengua y lamerle la polla mientras me la comía. Y salivaba mucho, aunque aprovechaba para con ello lubricarle el rabo. Enseguida noté como la boca me dolía por el esfuerzo, y se me ocurrió entonces pensar en lo que sería cuando me metiera un rabo de ese calibre por el culo... Decidí aprovechar el exceso de saliva para empapar un dedo y estimular mi ano, que fuera dilatando. Me imaginé que no habría lubricante en el dormitorio de un hetero...


—Álex, para. Si sigues comiéndomela así voy a correrme, y quiero follarte a base de bien antes de eso —me dijo muy ufano, levantándome la cabeza tirándome suavemente del pelo. Volvimos a besarnos.


Me puse a cuatro patas al borde de la cama, con el culo bien en pompa y preparado. Él se levantó y quedó de pie detrás de mí. Noté que dudaba un poco, nervioso.


—Tranquilo, piensa en un coño —se me ocurrió decirle—. Simplemente ten cuidado al principio. Yo te voy guiando.


Traté de torcer el cuello cuanto pude para verle mejor, aunque estando tan a mi espalda no era fácil. Pero prefería esa postura para empezar: su polla era tan gruesa que pensé que entraría mejor en la del perrito, con mi culete bien en pompa


Hugo acercó uno o dos dedos a mi trasero.


—¡Aaaah! Espera, que eso no es un coño —exclamé cuando los metió de golpe, contradiciendo mis propias palabras de antes—. Empapa los dedos en saliva y ve despacio.


Así lo hizo, y noté cómo introducía los dedos húmedos en mi culito, ya relajado antes por mí mientras se la chupaba. Los deslizaba despacio, dentro y fuera.


—Fóllame ya —supliqué poco después.


Noté la cabeza su polla gorda junto a mi culo empapado de saliva, y su mano sobre mi nalga. Debía de estar agarrándosela con la otra. Empujó, lento, y su rabo se deslizó en mi ano, mientras este se dilataba como nunca antes para acoger aquel trabuco. Apreté los dientes, dispuesto a aguantar. Aunque estaba tan excitado que no me costó tanto como me temía.


Creo que no llegó a meterla toda, cuando empezó a bombear despacio. Mi culo protestaba pero a la vez deseaba ese rabo. En uno de los movimientos se salió. Hugo volvió a apuntar y meterla, pero no entró bien. Le dije que esperara y llevé una mano hacia atrás para agarrarla y guiarla dentro de mi culo. Él puso las manos en mis caderas, y esta vez metí toda la polla dentro, hasta que noté sus huevos debajo de mis nalgas.


Volvió a bombear, y poco a poco el dolor fue remitiendo, tornado en placer. La tenía tan gorda que sentía el ano muy abierto, y era una sensación extraña, que se sumaba al roce de su polla en mi culo, de su vientre en mis nalgas cuando llegaba hasta el fondo, de su glande empujando en mi interior, y de sus pelotas colgantes golpeando por debajo con cada movimiento.


—Puedes ir más fuerte si quieres —le sugerí con voz ronca.


No se lo pensó, empezó a follarme de verdad. "Quiero follarte a base de bien", recordé que me había dicho, y parecía que iba a cumplirlo. La sacaba lento para meterla después de sopetón, acabando en un golpe seco de su cadera contra mis nalgas. Me asomaba por debajo y veía sus huevos balanceándose detrás de mi rabo tieso y mis propios huevos, que también se movían al compás.
Después retiró las manos de mis caderas, se echó hacia delante y las apoyó en la cama, quedando sobre mí. Sentía su aliento escapar con sus gemidos y golpearme el cuello. Torcí la cabeza para tratar de besarle, y me mordisqueó la oreja, exhaló en mi mejilla y aumentó el ritmo de la follada, sacando toda la polla y metiéndola hasta el fondo, viendo cómo yo gemía de gusto con cada embestida.





—Oh tío, Álex —me dijo con la voz entrecortada—. ¡Qué rico! No sabía que esto era tan bueno, tenía que haber probado un culo antes...

—Bueno, mi culo también tiene parte del mérito —respondí entre risas y jadeos.

—Claro tío, me encantas. Tienes un cuerpazo. Y me has hecho sentir lo bastante cómodo como para probar esto —confesó sin dejar de darme rabo como loco.

Y pensé que ahí tenía una oportunidad. Como si fuera una señal su polla volvió a salirse en una de las embestidas, y aproveché para zafarme de debajo de él. Le miré de reojo, creo que pensó que iba a cambiar de postura, pero lo que hice fue levantarme de la cama y ponerme tras él. Me apreté a su espalda, y mi rabo quedó atrapado entre sus nalgas y mi cadera. Me puso tan cachondo que no dudé más en intentar lo que quería hacer: le besé detrás del cuello y luego le empujé para que fuera él quien quedara a cuatro patas sobre la cama. Y luego descendí hasta quedar a la altura de su culo. Un culo rosita tan cerrado como no había visto ninguno. Me hizo dudar sobre si sería capaz de meter mi rabo ahí, pero no perdí la esperanza y empecé a lamerlo.

—Eeeeh, Álex... ¿Qué estás haciendo?

—Tranquilo tío, solo déjate llevar. Verás que también disfrutas con una comida de culo.

No quise ponerle más nervioso explicándole lo que tenía pensado hacer con su culo después de comérmelo. Ya lo descubriría...

Continuará...

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