jueves, 3 de agosto de 2017

Álex y Hugo, mamada en el bus 2






Llegó la hora. Me había pasado toda la mañana esperando el momento de coger el autobús de vuelta a casa. No paraba de preguntarme si Hugo iba en serio cuando me dijo que le apetecía probar a que se la chupara ahí mismo, en el bus (puedes leerlo aquí). Había estado medio ausente en clase en la Universidad. Me había colocado cada mechón de pelo cuidadosamente para que estuviera desenfadadamente despeinado. Me había echado extra de colonia (quizás demasiado extra). Y estaba muerto de nervios y anticipación. Ni que fuera el primer rabo que me zampaba. Pffff. Si se me da genial... Es solo que quería que saliera bien...


Y ahí estaba, haciendo su entrada cuando el autobús llegó a su parada. Tan guapo como siempre, esta buenísimo. Me hice un poco el despistado, por disimular, aunque mirando de reojo por si me hacía alguna señal o algo. No pude ver que me mirara.


El autobús hizo su ruta y fue descargando viajeros, mientras yo no podía parar quieto pensando en si pasaría algo o no. Por fin llegó a la última parada antes de enfilar la carretera hasta nuestro pueblo, Teníamos un ratillo por delante, y solo quedábamos él y yo en el bus, como de costumbre. En cuanto arrancó quitó su mochila del asiento a su lado, y la dejó en el suelo. Lo tomé por una invitación, respiré hondo y me cambié de sitio, procuarndo no tropezar esta vez, como el día anterior.


Y nos quedamos muy quietos mirando hacia delante. De repente el conductor se me presentó como una amenaza muy tangible. ¿Y si nos pillaba? No era fácil, los asientos ocultarían toda la acción. A mí no se me vería, y de él solo se vería que ponía cara de gusto... ¿Eso sería sospechoso? ¿Se suele poner cara de gusto cuando se viaja en bus? No pude pensar más, porque empezó a hablarme:


—Bueno, Álex, ¿qué tal hoy? —No me dio tiempo de contestar una parrafada sobre los efectos de los ataques de nervios y pánico sobre el tránsito intestinal, era una pregunta retórica—. Ayer quedamos en algo, ¿te sigue interesando?


—Claro —procuré sonar muy, muy convincente, a pesar de que me salieron más gallos que a Manel Navarro—. ¡Por mí adelante!


—Genial. Pues... ¿cómo lo hacemos? Es decir... ¿empiezas ya, o...?


—Claro, claro. Sí, sí —¿Por qué repetía todo dos veces?— Será lo mejor, para terminar antes de que lleguemos, antes de que lleguemos.


Cerré la boca de golpe. Él sonrió ligeramente, divertido aunque creo que más nervioso de lo que trataba de aparentar. Puse la mano en su paquete, un poco de golpe. Él tragó saliva y miró hacia delante.


Vale Álex, piensa. No es tu primera mamada, aunque sí en un bus. Pero da igual, el chófer va a lo suyo, pendiente de los coches, la Guardia Civil y las viejas que cruzan sin mirar. ¿Hay viejas que cruzan sin mirar en plena carretera en mitad de ninguna parte? Ni idea. Alguna habrá. Están por todas partes. Alguna distraerá al conductor. Hala, tú a la tarea. Tranquilo.


Así que me retorcí un poco en el asiento y le desabroché la bragueta. Metí una mano y se la sobé por encima del bóxer. No estaba dura. Él volvió a tragar saliva ruidosamente. Le miré de reojo y ahora sí parecía tremendamente nervioso. Me dije que debía empezar de verdad antes de que se echara atrás, así que metí la mano bajo su ropa interior y la saqué. Estaba blandita, pero no pintaba mal. Le pajeé.


Hugo no dejaba de mirar al frente, pero su polla fue reaccionando, y en un periquete la tuve bien dura entre mis dedos. No estaba mal, más corta que la mía, de tamaño medio, pero gordita. Muy buen calibre. Era bonita, me dieron ganas de chuparla enseguida.


Noté que él había dejado de mirar hacia delante y me miraba a mí. estaba un poco colorado, y parecía tener una expresión interrogante, como si me preguntara qué tal, si me gustaba su rabo. Sonreí y por toda respuesta me agaché para comérmela.


Es más fácil pensarlo que hacerlo. Los asientos de delante del bus no dejaban mucho espacio. La acaricié con la lengua y creo que ese único gesto ya le puso a mil. Oí un gemido y solo pude esperar que el conductor no lo hubiera oído también. Pensé que me encantaría disfrutar de ese rabo en mejores condiciones, pero el trayecto no era largo y debía darle caña al asunto. Así que la envolví con mis labios, acariciando el glande con la lengua húmeda de saliva. Empecé a moverme como pude de arriba a bajo. Retorcido en el asiento y aprisionado por el respaldo del de delante, no era fácil. Me las arreglé para poder moverme con cierto ritmo, mientras le pajeaba la base con la mano. Intenté meter la otra mano para sobarle los huevos, aunque solo alcancé la pierna.


Solté después su polla, para tragarla entera sin el impedimento de mi mano, justo cuando pasamos un bache que me hizo comer mucho más rabo del que pensaba, y tuve que incorporarme, atragantado y con los ojos arrasados de lágrimas.


—¿Estás bien? —Había incluso preocupación en su voz, qué mono.


—Sí, tranquilo, soy todo un sucker. vas a flipar.


Vi que mientras hablábamos se pajeaba, con mi saliva lubricando su rabo. Le vi las mejillas encendidas, los ojos brillantes. Note la excitación en él y bajé de nuevo a su rabo. Me lo zampé. Me lo zampé como si no hubiera mañana. De forma precipitada. Lo quería ya, lo quería todo y enseguida. Su polla colmaba mi boca, me desencajaba la mandíbula. Quizás fuera su grosor o quizás la mala postura. Puede que un poco de cada, pero me encantaba. De repente noté cómo su mano pasaba por detrás de mi cintura y avanzaba poco a poco. No podía verle la cara, pero adiviné que con bastante vergüenza y timidez se animaba a llevar la mano hasta mi paquete. Por entonces yo la tenía a tope, pero no había hecho nada por no espantarle. Empezó a sobarme por encima del pantalón, moviendo la mano, sin agarrar ni estrujar, solo rozando fuerte. Pero esa burda masturbación fue suficiente para mí dadas las circunstancias.




Chupé con más ahínco.

—Álex... Oye no quiero molestarte, pero ¿te importa si te agarro la cabeza? ¿A lo mejor podría intentar follarte la boca?

Lo dijo con la voz ronca de excitación, pero con la inocencia de quien es mamado por primera vez, al menos por otro tío. Asentí como pude con la boca llena. Noté una mano sujetando mi nuca mientras la otra continuaba frotando mi paquete. Empezó a mover la cadera sobre el asiento. No fue muy bien. Traté de dejar más espacio, pero no hubo forma. Me la saqué y me incorporé un poco:

—Para, oye intentaré ir más fuerte, déjame a mí.

—OK tío. Es que vamos a llegar pronto...

Reanudé la tarea con más intensidad. Su polla sabía a líquido preseminal, que se mezclaba con mi saliva. Mis labios carnosos se aferraban al rabo, mientras subían y bajaban. El aumento de su excitación se tradujo en un aumento del sobe sobre mi paquete.

De pronto oí algo como que parara, que se corría. Lo dijo bajo, para que no lo oyera el chófer, y de forma entrecortada. Yo me hice el sordo, y fue como una explosión cuando noté el primer chorro golpear mi paladar. Yo suelo soltar algunas gotas antes de los chorros fuertes. Hugo debía de haber aguantado la corrida para darme tiempo de sacar su polla de mi boca, porque ese primer chorro salió con toda la fuerza contenida, abundante y enorme. Me llenó la boca. El resto de la lefada no se hizo esperar, rebosando mis labios y resbalando hasta sus huevos por mi barbilla. Me puese tan cachondo que respondí a su sobe con mi propia corrida, estremeciéndome mientras daba los últimos lametones.

Me incorporé tragando el manantial de mi boca, y limpiándome la comisura con el dorso de la mano. Nos sentamos derechos, como si no hubiera pasado nada, mirando hacia delante, hacia el conductor ajeno a ese momento tan intenso, a punto de llegar a nuestra parada.

—Deberías guardártela y abrocharte la bragueta —sugerí, mirándole de reojo.

—Tío... Ha sido genial. Simplemente alucinante. —Me miró—. Nunca había hecho algo así con un chico. Bueno, ni algo así ni nada. Muchas gracias, de verdad.

Me sorprendió y le sonreí.

—Para mí también ha estado bien. ¿Sabes? Sería una forma genial para abrir el apetito al llegar a casa de clase.

Ahora fue su sonrisa la que iluminó el día.

—Hum, podría estar bien volverlo cotidiano, sí.

Llegamos a la parada y nos bajamos. Él se fue tan contento por su lado. Yo con mi mochila delante de la cadera, tratando de disimular un manchurrón húmedo de lefa que me empapaba la parte delantera del pantalón. Si lo vieran en el pueblo... Pero había valido la pena. Ya tenía ganas de que llegara mañana. Y al otro. Y al otro.

Continuará...
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